sábado, 16 de junio de 2018

Fin de semana Madrid - Feria del libro 2018 (Parte 2)

Lee la primera parte del viaje [clic]

Por la tarde del sábado decidimos ir a tomar algo a un local que tenía fichado en Tripadvisor.
Se trata de Hanso Café.
Un local un poco pequeño para toda la gente que acude allí a tomar una de las tartas caseras que prepara.
La mayoría son adolescentes que acuden con sus portátiles a conectarse al wifi ya que tiene distribuidos enchufes por todo el local. Algo que resulta un poco incómodo para los que solo van a tomar algo y charlar tranquilamente (Deberían plantearse en buscar un local más grande)

Pedimos tarta de sésamo; que no nos gustó nada. Y otra de color lila, no recuerdo de qué era exactamente, pero estaba un poco sosa. A ver, el bizcocho estaba super esponjoso y bien elaboradas, sin embargo, solo le quedaban las más clásicas y estas. La que más triunfa, al parecer, es la de fresa y nata.

Está en c/Pez, 20 en el barrio Malasaña.


Al día siguiente comimos en un restaurante nuevo que habían abierto esa semana. Un hombre nos dió un panfleto y al ver que era un buffet, nos animó a ir ya que teníamos hambre.
Se llama Kokoxaxa.
La verdad es que el panfleto nos dio altas expectativas, pero cuando llegamos y nos sentamos a la mesa, no dejó de ser más que otro buffet más de sushi, platos chinos, plancha y postres. Por lo menos la bebida estaba incluida, toda.
El local está muy bien. No parece el típico buffet chino.

A la tarde fuimos a ver el Palacio Real. He estado muchas veces en Madrid y nunca me había planteado entrar. Creo que no solo se debía a que soy republicana, sino que había olvidado el precio de entrada. 10€ por persona.
¿Y merece la pena gastar esos 10€? Dejando al margen la opinión política, diría que no.
Cuando al fin te decides a entrar, tragándote ese orgullo republicano y el dolor en el ojete de la clavada, esperas poder ver muchas habitaciones llenas de riquezas (pagadas por el pueblo) y, ya que pago, llevarme un repertorio de fotografías. PUES NO.


Después de una larga cola para pasar por el detector de metales y dejar en consigna las bolsas, te encuentras con el patio que puedes ver desde fuera y que no tiene nada que ofrecer salvo unas vistas.
Entras y te diriges a no se que sala, que supuestamente puedes entrar, y está cerrada. Bueno, pues accedes al otro lado y visitas unas cuantas habitaciones muy bonitas. Aquí ya dices; bueno, me hartaré a tomar fotos (sin flash, porque todo el que tenga un poco de luces sabe que en un museo, iglesia... Donde haya murales, cuadros y demás, no se puede usar el flash)... Y, aquí viene el chasco: el resto de la visita concluye visitando las habitaciones más bonitas sin poder echar fotos. Las fotos están prohibidas. ¡¡Venga, ya!! Me pones a un segurata que se encarga de negarte el uso de la cámara (ni siquiera sin flash) y luego en Google encuentras las fotos de todas esas habitaciones. ¿Tiene alguna lógica? Sí, que vayas a la tienda y les compres el libro para llevarte las fotos de esas habitaciones. O sea, que pago 10€ para fotografíar pasillos y patios, pero lo más chulo no me dejas. ¡Cómo odio haber entrado! ¡Lo juro!
NO PERDÁIS EL TIEMPO.

Termino mi viaje con la cena a mitad de camino de casa.
Decidimos parar en el Il Monolite en La Roda (Albacete). Lo que tiene un pueblo pequeño es que gran parte de los vecinos se conocen entre sí, y cuando un forastero entra en un local que tiene mucha clientela, todos se vuelven a mirar (me sentí como una famosa. Dudé entre sacar las gafas de sol y ponérmelas).
Un local de pizzas, hamburguesas y demás con buen precio y deliciosas. Una grata experiencia y un buen descubrimiento. Si alguna vez volvemos a pasar por allí, repetiremos. Eso sí, no recomiendo que os pidáis las patatas bravas; estaban duras, re-fritas y esa brava era de todo menos brava.


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